Cuando decidimos recibir un tratamiento de Liberación del Pericardio, algo en nuestro interior está vibrando con la llamada del Camino del Corazón. Algo nos dice que en el corazón está la llave. Pero la llave ¿de qué?
Es interesante preguntarnos qué es lo que nos lleva a acudir a la consulta de un terapeuta de Liberación del Pericardio. ¿Qué busco? ¿Cuáles son mi intención y mi propósito? ¿en qué creo que me puede ayudar este tratamiento? ¿cuáles son las creencias que me levan a confiar en esta técnica?
A través de un tratamiento de Liberación del Pericardio, liberamos la energía, la fuerza vital que está atrapada en las células y que en algún momento de nuestras vidas quedó contenida dentro de estas como forma de protección y de defensa frente a emociones, sentimientos o circunstancias demasiado intensas o poderosas frente a las cuales no hemos podido o no hemos sabido cómo actuar. Cuando liberamos esta fuerza, nuestra energía se transforma y empieza a fluir libremente. Entonces podemos dejar de depender de nuestras cómodas corazas y atrevernos a ser nosotros mismos desde la libertad auténtica. En chamanismo, a esto se le llama “recuperar nuestro poder personal”. Se ha producido una transmutación, un cambio en nuestra esencia; nuestro espíritu y nuestra verdad pueden expresarse sin máscaras. Es entonces cuando salimos del tratamiento y se produce la transformación, pero… ¿qué hacemos ahora? ¿a dónde nos lleva esta nueva forma, esta nuevo potencial de energía disponible que circula libremente por nuestro cuerpo y por nuestra conciencia?
Aquí es muy importante nuestra actitud interna después de recibir un tratamiento.Observar lo que sentimos, tomarnos el tiempo (y encontrarlo) para sentarnos y sentircómo se va produciendo la transformación. Y lo más importante, en este momento sagrado, es permitir que esto ocurra. Si no estamos dispuestos a soltar nuestro control, a permitir poco a poco que nuestras corazas caigan, a ir asumiendo poco a poco que nosotros somos los únicos creadores de lo que nos pasa (y de los que nos ha pasado), si no estamos dispuestos a hacernos cargo de nuestras emociones, de nuestros sentimientos, de lo que decimos y de lo que nos ocurre, entonces la transformación lleva más tiempo. Y el movimiento que se ha producido con la Liberación del Pericardio, busca salida igualmente. La fuerza de la vida fluye sin esfuerzo por los caminos que encuentra libres y despejados, y a su paso nos recuerda y nos hace conscientes de si estamos caminando a su favor, o por el contrario seguimos cómodamente protegidas tras los muros y corazas que nos hemos impuesto (y que en su momento fueron tremendamente útiles para sobrevivir y salir adelante) o en el control y el miedo a soltarlo. Cuando esto es así, podemos sentir cierto malestar indefinible, también dolor de cabeza, de garganta, cansancio extremo o alguna molestia corporal. Esto es simplemente que el proceso de transformación está en marcha. La esencia se ha liberado, pero el cambio de forma, duele.
Por eso siempre hablamos de ser pacientes, compasivos y amorosos con nosotros mismos. Pacientes para que la transformación tome el tiempo que necesite, compasivospara reconocer y aceptar nuestras resistencias, y amorosos para permitirnos soltarlas y flotar en el mar de la sanación que nos trae paz, alegría y nuevas sorpresas. Más tarde o más temprano, esta actitud amorosa hacia nuestro propio proceso nos llevará a un estado de asombro. Podremos dejar que lo antiguo se transforme sin dolor, y sentir que renacemos a una vida nueva, donde nada ha cambiado pero todo se ve y se siente distinto.
Cultivar el coraje y el suficiente amor propio para atrevernos a mirar dentro de nosotros mismos e ir más allá, son condiciones necesarias e importantísimas para reencontrarnos con la salud, la felicidad y la paz de las que somos legítimos herederos por derecho de conciencia.
Noraya Kalam Llinás
“Cuando el corazón está listo, la luz lo penetra.” (Flower A. Newhouse)