La muerte, entendida como “algo que deja de ser”, o “vacío”, no existe.
La vida es una sucesión de pequeñas muertes. Pequeñas o grandes transformaciones que nos llevan a dejar de ser quien somos para convertirnos en una nueva versión, casi siempre mejorada, de nosotros mismos. Es este ciclo continuo de transformaciones lo que la vida nos ofrece para florecer y construir una nueva personalidad, más libre y más madura cada vez, modelada por nuestros sentimientos, pensamientos, experiencias y elecciones.
El proceso natural de la vida dentro de este marco natural de transformación continua y persistente, da lugar a la expansión, la liberación de la conciencia, a la alegría y a la paz.
Es habitual observar que en muchas corrientes de vida aparecen la insatisfacción, la frustración, el miedo, y las emociones negativas, que se apoderan de nuestra conciencia. Porque no nos educan para el cambio.Ni para la muerte. No nos educan para soltar y dejar ir.
Nos hemos olvidado de que para avanzar a un nuevo ciclo, algo debe quedar atrás. Algo de nuestra personalidad debe morir. Debemos entregarle a la vida nuestros errores, nuestro dolor, nuestras heridas y nuestras antiguas formas de pensamiento limitantes, para que esta encuentre lugar y espacio para hacer florecer las semillas de la nueva conciencia.
Nuestra cultura occidental es la cultura del miedo. Del miedo al cambio, a lo nuevo, a la gran transformación de nos llegará a todos en algún momento de la vida.
Elisabeth Kübler-Ross, Raymond Moody y otros, dedicaron sus vidas a dignificar la muerte, a iluminar la conciencia de muchas personas para que pudieran abrazarla sin miedo, con serenidad y aceptación. Ellos también llamaron la atención de la conciencia sobre la importancia de ayudar a morir, de acompañar en este tránsito, tan duro y doloroso a veces, desde la escucha y la aceptación. Después han surgido muchas asociaciones de acompañamiento a enfermos terminales y de ayuda al duelo, aunque seguimos sin estar preparados para la muerte. Ni para la nuestra, ni para la de nuestros seres queridos.
Las diferentes experiencias dolorosas que vamos atravesando a lo largo de nuestra experiencia de vida, hacen que nuestras células se contraigan para proteger la vida que está en su interior. Estas experiencias dolorosas dejan poderosas impresiones en nuestra conciencia, que en muchas ocasiones “se ausenta” para no conectar con el dolor y revivir constantemente la experiencia. A esto se le ha llamado también “pérdida de alma”, y nos lleva a sentirnos separados, fragmentados, y con menos energía cada vez. Es así como nos vamos desconectando de la luz, del optimismo, de la ilusión, formando corazas alrededor de nuestro corazón/pericardio que impiden que disfrutemos de las relaciones y de las nuevas experiencias con plenitud y alegría.
La Osteopatía Bioenergética Celular ayuda a liberar la vida que queda atrapada en las células cuando estas se han contraído a causa del miedo provocado por los traumas y accidentes de la vida.
A través de un contacto consciente, profundo y respetuoso, la mano del terapeuta escucha y acompaña mientras se establece un diálogo de almas entre la corriente de vida del paciente y la del terapeuta. A través de esta escucha y del reconocimiento de la vida que pulsa por expresarse y comunicarse, la energía se libera, la conciencia se abre, el dolor se transforma y la luz se puede manifestar. Por eso después sentimos paz, alegría, liberación. Porque la luz limpia, transforma, conecta y expande.
Con esta parte de nuestra alma que hemos recuperado e incorporado a nuestra vida, hemos expandido nuestra capacidad de ser vasijas de luz para afrontar los nuevos procesos de transformación que nos sigue ofreciendo la vida para madurar, disfrutar y aprovechar más creativamente esta maravillosa experiencia de vida.
Vivir desde la conciencia de que la vida es cambio, aprovechando cada oportunidad de transformación para crecer y expandir un poco más nuestra conciencia, no sólo enriquece nuestra experiencia de vida y nos llena de gratitud y de ganas de compartir con los demás, sino que además nos prepara para la muerte, ese momento de gran transformación y liberación profunda que nos llegará a todos en algún momento del a vida para poder abrazarla con fe y con serenidad.
“Cuando no hay apego, hay aceptación. Y devienen la libertad y el amor.”
Bibliografía relacionada:
“Morir para ser yo”, Anita Moorjani
“Deja de ser tú”, Joe Dispenza
“La respuesta del ángel”, Gitta Mallasz
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