Todos en algún momento nos hemos sentido abrumados por las circunstancias o nos hemos tenido que enfrentar a situaciones inesperadas que han requerido de nosotros un cambio de actitud o han interferido en la tranquilidad de nuestra vida cotidiana poniéndolo todo patas arriba. Como somos seres resilientes, solemos ser capaces de sobreponernos al trauma y seguir adelante sin consecuencia alguna. Algunas personas somatizan fácilmente y pueden identificar su dolor como consecuencia de “la situación inesperada”, o del “haberse forzado a seguir adelante”, o por “haber dado más de lo que podía” o “haber ido más allá de sus límites”. A veces, buscamos la ayuda en la psicología, la terapia gestalt u otro tipo de terapias cognitivas para que nos ayuden a sobrellevar la presión y gestionar nuestras emociones.
Otras veces, pasará un tiempo hasta que la huella energética que deja en nosotros el sobre esfuerzo, el enfrentamiento, la presión, el silencio forzado, las palabras que deberían haberse dicho, lo que se podía haber hecho, el abuso, el grito que no se dio, las lágrimas que no se derramaron, se hunda en el cuerpo y se materialice en un dolor o tensión en forma de tendinitis, lumbalgia, dolor menstrual, fascitis, bruxismo, problemas de columna o digestivos, y un largo etc. A esto le podemos añadir las lesiones y los accidentes nos dejan en una situación de vulnerabilidad donde dejamos de tener el control sobre lo que nos ocurre y el dolor asume todo el protagonismo. Entonces buscaremos ayuda para eliminarlo. Buscaremos a un fisio, un osteópata, pero algunas veces nos encontraremos con que hay alivio, pero el dolor no desaparece, no “se va”.
Los nuevos paradigmas nos están mostrando nuevas formas de observar lo que ocurre a nuestro alrededor. Ya hace mucho que la física cuántica ha demostrado el observador es capaz de provocar cambios en lo observado.
La Osteopatía Bioenergética Celular ofrece una nueva forma de observar la lesión y el dolor. En primer lugar, toma el corazón/pericardio como puerta de entrada a las emociones, y por su conexión anatómica y fisiológica con todos los sistemas del cuerpo, así como con el sistema nervioso, es el principal órgano donde se va a enfocar la atención para poder liberarlo y liberar así la causa que haya originado el desequilibrio.
En segundo lugar, esta nueva forma de observar la lesión se lleva a cabo a través de la observación (y el sentir) y el tratamiento del movimiento celular.
Gracias a la Epigenética, sabemos que nuestras células reaccionan al entorno que las rodea. Sabemos que su comportamiento no está necesariamente determinado por la información del ADN, sino que son las proteínas de la célula las que reaccionan y gestionan el funcionamiento de las mismas estimuladas por el ambiente externo en el que se encuentran y nuestra propia percepción e interpretación del mismo. Es decir: nuestras células sienten. Son capaces de enfermar (restringiendo o limitando su movimiento) cuando reciben información amenazante o tóxica, pero también son capaces de recuperarse y recuperar su movimiento celular cuando son estimuladas adecuadamente. Esto es, cuando nos sentimos en calma y nos sabemos fuera de peligro. Cuando somos capaces de confiar en nuestro discernimiento para elegir en cada momento lo que nos beneficia y cuando confiamos en nuestra capacidad de ponernos a favor de la vida en cualquier caso. Reconocer cómo una situación tóxica nos ha alterado, y hacernos cargo de cómo podemos actuar o pensar para que deje de afectarnos ese recuerdo o esa memoria dolorosa, nos libera desde el núcleo y entonces el dolor, que no es otra cosa que un “síntoma” de algo más profundo que nos está afectando (y que puede llevar ahí mucho tiempo), SE VA. El dolor se va y no vuelve. Porque lo hemos liberado de la responsabilidad de llamarnos la atención acerca de algo de lo que hacernos cargo.
El terapeuta de Osteopatía Bioenergética Celular conoce esto y lo utiliza para liberar el dolor acumulado en los grupos de células que conforman los músculos, tendones, fascias, ligamentos, huesos… Sabe que incluso la información genética que se ha heredado de los ancestros puede liberarse y transformarse en salud, equilibro, bienestar. El terapeuta conoce bien el poder de la intención y de los pensamientos sobre las células, y desde ahí puede concentrar su trabajo en liberar el movimiento celular allí donde ha quedado retenido o estancado, de una forma amable y no intrusiva. Esto sucede con cualquier tipo de dolor físico, ya que las células, en su núcleo, poseen la misma naturaleza sean de un músculo, hueso o tendón. La persona que acude a la consulta, puede comprender más fácilmente la causa de su dolor y hacer los cambios necesarios en sus sistemas de creencias para, poco a poco, reconciliarse con su experiencia de vida y, de forma totalmente natural, poner a la mente a favor de la vida y ayudarla a entrar en calma. Así se activan nuestros mecanismos biológicos de crecimiento y podemos pasar el siguiente nivel de conciencia, a la siguiente fase o pantalla del juego que nos presenta la experiencia de vivir.
“Hay una grieta en todo, así es como entra la luz”.
–Leonard Cohen
El nuevo paradigma en este caso de las “nuevas” terapias como la Osteopatía Bioenergética Celular implica observar el dolor físico como una alteración en el movimiento celular y a este como una manifestación de la vida dentro de las células a la que podemos llamar “Luz”. Esta consideración, borra la frontera entre cuerpo/materia y emociones/energía.
Hace más de tres décadas que el científico alemán Fritz Albert Popp comprobó que los seres humanos y todos los seres vivos emiten luz. A estas emisiones de luz las llamó biofotones. Más tarde se ha sabido que los biofotones tienen una función muy importante en la comunicación celular (sinapsis).
La Medicina Tradicional China, practicada desde hace más de 4.000 años, también reconoce que el cuerpo está formado de luz. Esta forma de comunicarse a través de la luz, es coherente y ordenada. Cuando esta coherencia se pierde, el movimiento celular muestra falta de ritmo y orden. Estableciendo una comunicación íntima y consciente con los órganos y las células, el terapeuta de Osteopatía Bioenergética celular puede sentir estos patrones caóticos de información lumínica en el movimiento celular, y liberar la luz atrapada en las células afectadas. A través del tacto y de una profunda escucha y comunicación con las células, se liberan las memorias traumáticas alojadas en el cuerpo y el alma. A veces, cuando apenas hay movimiento, es porque las células agonizan y ha llegado el momento de pasar a la siguiente etapa evolutiva. Popp descubrió que las células agonizantes liberan luz igual que lo hacen las supernovas. Esta forma de liberar luz que tienen las células moribundas, es una forma natural y fascinante que tiene el cuerpo de recuperar la salud de crear espacio y energía para que nuevas células vengan a sustituirlas y se restablezca la salud y la homeostasis natural del cuerpo.
El cuerpo humano está lleno de magia y misterio, y los nuevos paradigmas traen nuevas formas de observarlo y de concebir la salud y la enfermedad. Curiosamente esta visión no está muy alejada de la sabiduría antigua de las sociedades chamánicas que viven en contacto con la naturaleza y sus ciclos, pues nuestros ancestros ya lo sabían: no podemos separar la materia de la energía ni el dolor de la causa que lo provocó. La Osteopatía Bioenergética Celular integra estos conocimientos y este nuevo nivel de conciencia en su forma de trabajar y de comprender el cuerpo (holísticamente) y su relación con la vida que lo anima. Quizás ya ha llegado el tiempo en que las visiones de Hildegard Von Bingen acerca del cuerpo formado por una “materia luminosa – que es «la brillante y alegre belleza del Sol» sean comprensibles y asimilables por una mayoría consciente del poder del ser humano para cambiar y transformar la realidad.
Noraya Kalam Llinás
Osteopatía Bioenergética Celular (Liberación de pericardio).
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